martes, 11 de febrero de 2020

ÉTICA Y ENSEÑANZA EN LAS CIENCIAS DE LA SALUD

Analizar el problema de la enseñanza de la ética en la medicina y las ciencias de la salud y plantear estrategias para su afronte es una Tarea urgente y compleja. Intentarlo es apuntar al problema medular de nuestra profesión.



En la Grecia antigua el concepto de telos señalaba que en la vida todo tiene un propósito o finalidad última. Aristóteles utiliza esta noción en la física y luego en la biología y señala que «nosotros (los hombres) somos, en algún sentido, un fin» (telos) (6). De ello se deriva que para comprender realmente lo que «algo» es, debemos primero comprender su finalidad, su telos. Si queremos entender lo que es algo, debe ser entendido en términos de ese fin último. El telos sería el objetivo perseguido por todas las personas, animales o plantas. El telos de una bellota sería ser roble. Así todas las cosas, incluidas las hechas por los seres humanos tienen un telos.

En el curso de la vida, el ser humano va configurando su conciencia moral e internalizando principios, valores y reglas que regulan el comportamiento durante todo su devenir, aunque en diferentes formas y grados: en su hogar, en la escuela, en la universidad, en su centro laboral, en su espacio social y por medio de normas o leyes que el Estado promulga para modelar la conducta ciudadana.

La pregunta que entonces debiéramos plantearnos es ¿por qué si el hombre conoce las buenas costumbres, los principios y valores morales para guiar su comportamiento hacia el bien, no siempre lo hace?

Si pudiéramos enumerar los principales problemas de nuestro país, tendríamos: 1) El subdesarrollo y la pobreza; 2) La corrupción generalizada; y, 3) La violencia;  los cuales, en el fondo, son problemas éticos, la conclusión sería que toda sociedad constituye un sui-géneris experimento humano que, mediante un proceso histórico de ensayo-error, intenta perfeccionar sus métodos y costumbres de vida (ethos) para adaptarse a las demandas del entorno y evolucionar como grupo social hacia una sociedad justa y moralmente íntegra.

Bacon, dijo en su momento: «Nuestro poder va tan lejos como nuestro saber». Saber es poder, investigar es saber; por tanto, investigar es poder. Y, como todo poder, puede corromperse y corromper, desviándose así de sus fines, que apuntan a perfeccionar lo más humano del ser humano. Por su parte, Frei Betto, el sacerdote y filósofo brasileño, planteó un razonamiento sugestivo al respecto: «Démosle a una persona una tajada de poder y sabremos quién es esa persona. El poder, al contrario de lo que se dice, no cambia a las personas: hace que se revelen. Así como el alcohol, el poder embriaga y, a veces, puede hacer delirar, excitar la agresividad o derrumbar los escrúpulos» .

El poder cada vez mayor, por el monto de conocimientos que recibe el médico, lo pone en serio riesgo de conductas no profesionales. El médico es el sujeto moral de la medicina. En último análisis, dependerá de su conocimiento y controles morales si utiliza tal poder para hacer el bien o el mal a la sociedad. En tal óptica, el problema central de la ética en salud en pleno siglo XXI, se ubica en la persona del médico: ¿Quién es? ¿Cuál es su calibre ético? y ¿Cuán efectivos son sus controles morales en su ejercicio profesional? En suma, cómo se enfrenta a los riesgos que lo asedian en esa compleja entramada denominada mercado de salud.

Bajo la perspectiva expuesta, resultaría un esfuerzo inútil enseñar ética con un programa o estrategia única en todas las universidades del país. La realidad social que circunda a cada facultad de medicina es distinta y la extracción social -con subculturas diferentes- de los alumnos, también.

Por ello, si lo que deseamos es que los alumnos, al momento de egresar de la universidad estén en condiciones de ejercer profesionalmente con clara conciencia de su elevada misión en bien de la sociedad, debemos discriminar a quiénes les será suficiente un aprendizaje adecuado a través de cursos oficiales (cuando estos existan) y quiénes requerirán estrategias docentes agregadas como soporte al desarrollo moral de su personalidad. De este modo, la enseñanza de la ética profesional no puede ser uniforme, como si se tratara de un curso más. Ella debe estar centrada en la persona del alumno, previa evaluación de su estructura moral, salud mental y de su entorno familiar y social.

Aquí cabe preguntarnos:

¿ES NECESARIO INCLUIR A LA ÉTICA EN LA ENSEÑANZA DE LOS PROFESIONALES DE LA SALUD?...

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